Para leer
“Dios hizo al hombre sencillo, pero él se complicó con muchas razones “
Eclesiastés 7:29
Sencillo como quien recién nace y toma leche tibia de su madre, sin gran cosa que pensar.
Ese hecho tan sencillo se puede complicar mucho: no todas las madres quieren o pueden amamantar a sus hijos, se hace programas a nivel mundial para promover la lactancia materna, se da terapias a los bebés que no tienen buena succión, después, los que vienen y estudian la fisiología humana para ayudar a entender los beneficios o los problemas que pueden darse cuando se alimenta a un recién nacido, también, los ingenieros de alimentos que quieren saber cómo copiar la naturaleza de la leche materna en caso de que algo falle. Tantas, tantas complicaciones.
¿Qué te parece la sencillez de que quisieras convertirte en abogado y te entregaran solo una ley para aprender con un papel las siguientes dos líneas?:
No comerás del árbol de la ciencia del bien y del mal porque el día comieres que de él, de cierto morirás.
Al primer hombre le pasó eso, le dieron solo ese mandato, pero lo incumplió y quedó inhabilitado para querer o poder cumplir con cualquier otro mandamiento.
Tú heredas eso y, por ejemplo, encuentras en el camino un sencillo 80, en rojo, es una señal de tránsito que te ordena: No vayas a más de 80 kilómetros por hora, cuida tu vida y la de los demás. Ve y pregunta cuántos no quieren cumplir con ese mandato. Nos complicamos ese mandato hasta la muerte, muchas muertes.
Dios quiso que sencilla fuera la solución:
Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:
que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Esa sencilla solución te cambia la vida, te vuelve competente para otra vez querer y poder cumplir cualquier mandamiento, te habilita para ser otra vez responsable ante ti mismo, ante los que están cerca tuyo y, sobre todo, ante Dios.
Después de aplicada la solución, podrás hacer tuyas las palabras del poema que se encuentra en el Salmo 40: El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón.
Para que la solución sea efectiva en tu vida confiesa que Jesús es el Señor, cree en tu corazón que Dios le levantó de los muertos. Vive tu vida queriendo y pudiendo hacer su voluntad ¿Por qué volver complicado lo sencillo?
Para leer
La palabra de Dios está disponible en tu idioma, en casa, en computadoras, teléfonos inteligentes pero mejor si está en tu lectura y luego tu corazón, tus actos tu vida
En las próximas entregas
Estamos en la serie El predicador, estudiando uno de los libros de sabiduría de la Biblia. Tiene carácter a veces sombrío y hasta pesimista, es el legado, con sello divino, de un hombre que ha vivido mucho y nos deja el balance con perspectiva amplia de lo importante de la vida. Acompáñanos en nuestra próxima entrega titulada Guarda la sabiduría
Para terminar
¿Te identificarías con una oración como ésta?: Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud. Quiero hacer las cosas sencillas, como en realidad han sido siempre, creo en tu obra redentora en la cruz del calvario, y en que resucitaste de los muertos, quiero hacer tu voluntad hoy ¿Qué quieres que haga Dios mío?
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